Tomo asiento, golpéando la cuchara en la taza mal lavada. ¿Quién pagaría por golpearse la cabeza? Pues yo... derramaría el té sobre mis neuronas achurrascadas, y luego chocaría mi gran frente con la taza, y la taza con la mesa, para gritarte cuánto me duele la espalda, sin escucharme por el ruido de la loza quebrándose junto a mi rostro. Pero por hoy y mañana, prefiero ser un poco más lúcido y conservarte como sea, así que me conformo apretándo mis manos y los retazos que cuelgan de mi bolso.
"andas insoportable"
Más de un julio quiso escapar de mis ojos